-II-
Leonel Fernández es, sin ninguna duda, un político sagaz. Hizo todo lo posible por crear las circunstancias apropiadas para repostularse, pero la realidad, esa ineludible imposición de la vida que tantas veces desborda y aniquila nuestros propósitos, le cerró el camino. Él, como nadie, sabía que debía convertir la derrota en oportunidad y así lo hizo con la maestría habitual. Se dirigió a la nación y trastocó la imposibilidad absoluta de reeditarse en el poder, en el escenario ideal para mostrarse como un político magnánimo con su pueblo, que contribuye a consolidar la democracia dominicana. “Hago lo que nunca antes se había hecho en la nación”, dijo, lo cual era cierto, pero no en el sentido que lo afirmaba. La verdad es que lo que nunca había ocurrido en el país era que un conjunto de factores tan poderosos se habían alineado en el interés de evitar la continuidad en el poder de un mandatario que está urgido de una oxigenación, dado su inocultable desgaste. Consciente, por demás, que nuevos tiempos podrían aguardarle.
La definición del experimento reeleccionista en el sentido del anuncio que el presidente hiciera al país de que declinaría su presentación, lejos de ser, como él se empeñara en proyectar, un gesto de desprendimiento y de ejercicio democrático, fue una imposición de la hostilidad de las circunstancias nacionales e internacionales que operan en contra de lo que a todas luces hubiese sido un difícil ascenso por una colina escabrosa.
De haber sido su vocación democrática el motivo fundamental de su decisión, habría que preguntarse por qué permitió que se llegara tan lejos en la promoción de la posibilidad de su repostulación, e incluso se le escuchara decir que ese era un tema que debía supeditarse a la opinión de la población porque, según él, ese es la esencia del sistema democrático
Tan convencido estaba de que su nuevo sometimiento al electorado era posible, que en su alocución llegó a decir que el artículo 124 de la constitución, que prohíbe la repostulación consecutiva, dado el principio de la irretroactividad de las leyes, no le era aplicable y que, en todo caso, podía convocar un referéndum que abriera las puertas de una modificación de la carta sustantiva.
Todo eso era una verdad muy a medias. El referido artículo 124 establece una prohibición infranqueable para la repostulación, y la modificación constitucional podrá plantearse fácil, pero con la actual composición del congreso y las aspiraciones presidenciales en el PLD, encabezadas por Danilo Medina, quien controla un número importante de diputados, lograr eso no resultaría una empresa cómoda, y si para alguien ese escenario es conocido, es para quien se estaba dirigiendo al país.
Si a eso se le adiciona un ambiente interno y externo adverso para una repostulación que estaría persiguiendo un tercer mandato consecutivo, no es difícil concluir que el primer mandatario se vio compelido a tomar una decisión que más que encontrar un sustento en su fuero interno, le venía endosada por la crudeza inapelable que suele tener la realidad.
Es que nadie puede suponer que sea cualquier cosa intentar reelegirse con serios problemas con la influyente iglesia católica; con el decisivo sector empresarial; con una merma sensible en el ascendiente popular; con los Estados Unidos negados a reiterar apoyos más allá de dos períodos consecutivos y, como si fuera poco, con un barril del petróleo a más de US$100.00, con todas las consecuencias perniciosas que eso tiene en la economía doméstica.
Santo Domingo, R.D., jueves, 21 de abril de 2011.
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