Narciso Isa Conde
Al leer con emoción el libro de Pedro Conde Sturla “Unos de esos días de abril”, me reafirmé en la convicción de que estamos hablando del acontecimiento histórico más importante del siglo XX en nuestro país.
Cada detalle, cada descripción de lo acontecido durante la insurrección de 1965, nos dice que nuestro pueblo en aquellos meses que “estremecieron al mundo” estaba protagonizando la segunda revolución democrática-popular del hemisferio occidental, a seguida de la cubana.
Algo que el Coloso del Norte decidió no permitir, poniendo en práctica una inédita contrarrevolución a cargo del ejército más poderoso del planeta, en el escenario de una pequeña y hermosa isla caribeña y contra un pueblo de unos pocos millones de habitantes.
Inédita porque las anteriores intervenciones militares estadounidenses tuvieron la impronta expansionista del imperialismo emergente y no la determinación contrarrevolucionaria para obstruir una victoria popular-nacional.
Tan formidable fue nuestra hazaña colectiva, que aun así -como bien lo relata Pedro- 42 mil marines armados a lo Rambo y Robocot, y acompañados de numerosos aviones, tanques, y acorazados, no pudieron tomar unas cuantas manzanas defendidas por 7 mil combatientes mal armados y mal nutridos.
Pudo sí a continuación el imperio “meter en prisión” por décadas esta isla maravillosa; matar a destajo, torturar, aterrorizar, envilecer, enajenar, drogar, empobrecer, cooptar, controlar, dividir y dispersar las fuerzas sustentadoras de esa creación heroica.
Solo que arribando al medio siglo de ese crimen de lesa humanidad, EEUU y todo el sistema capitalista mundial padecen la peor crisis de su historia, y sus instrumentos locales de dominación –aunque todavía preeminentes- presentan síntomas de putrefacción; mientras los ideales de aquel abril esplendoroso resucitan en todos los continentes, y especialmente en nuestra América insumisa.
Y que bueno que Pedro Conde recree su adolescente rebeldía y le diga a los jóvenes de hoy que fue posible entrar con pantalones raídos al Palacio Nacional, tomar fortalezas como la Osama y ganar batallas como la del Puente Duarte, exaltando el valor de la desobediencia y la insumisión, tan necesarias hoy frente a esta corrompida seudo-democracia.
Y sería mejor aun que Pedro y todos/as los que abrazamos esa revolución inconclusa desde el mérito de no renegar de su pertinencia renovada, convoquemos a la juventud actual a una nueva creación heroica, expresándoles que no es tarde todavía para asaltar el cielo y echar al basurero las mafias y crápulas que ocupan sus palacios.
Santo Domingo, R.D., lunes, 30 de abril de 2012.
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