jueves, 12 de julio de 2012

¿De mujer?


El Bulevar de la vida 
Pablo McKinney 

¿Ya me imaginas? Entonces, ya existo” 
Pablo González. 

 Donde quiera que vamos, estamos, somos, nos acompaña siempre un rostro de mujer, la vida.  

A veces está el recuerdo de la madre para que no olvidemos de dónde venimos; de tarde en tarde nos acompaña la amiga de palabra y atención, siempre dispuesta a la comprensión; y de noche en noches, con la osadía del amor y sus lunas incluidas, está la amiga del corazón, ay, la que inspira y salva con una sonrisa, unos labios, una miel para proveer ensueños allá en Ovasis o Praga, en Madrid o Baní, Santiago o New York, hablo de grandes ciudades, ¿comprende?

En nuestro país, como en casi todo el mundo, la mujer avanza cada día, y los machistas leninistas la observamos con una mezcla de admiración y miedo.  

Avanzan en el Banco, en el Congreso, en los rascacielos y en la Policía, en el bar de la esquina, en un set, un despacho, la oficina. 

Desde la mujer brota la vida, lo que la convierte en un ser mágico. 

Por Dolly y su clonación supimos los hombres que somos reemplazables como  el cartucho de tinta de mi impresora aún sin pagar a CECOMSA, (que Fernando no puede tener corazón para mandar a uno a “legal” por diez mil jodidos pesos). 

Todo esto es lo que nos hace sentir inseguros ante la mujer y su poderosa debilidad, mal comprendida. 

Mi abuelo Pablo sí que conocía de mujeres, me lo enseño casi todo de ellas, y un día me lo dijo sentados frente a la mata de nísperos, en una de sus fincas: “Si una mujer te pide que te lances por una ventana, escoge la ventana menos alta, Pablo Ramón, pero lánzate por una ventana”. ¡Cuánta sabiduría”

Y así seguimos, lanzándonos  de las ventanas del amor y el desamor. Unas ventanas que a veces no quedan tan cerca del suelo como uno quisiera, pero es inevitable. Ya nos lo sentenció Borges, ese ciego cínico y maravilloso: a todo varón que se precie de serlo, “lo delata un nombre de mujer, ay, le duele una mujer en todo el cuerpo”.

La mujer nos conduce en los primeros años de nuestras vidas, y por eso ella es un ser de detalles. Detalles. Como la canción de Roberto Carlos, pero en función vida/familia, que es más importante que los besos y el egoísmo del amor y su santo fornicio. (El sexo sin amor, como la abeja, muere con la victoria.)

Y es que de haberlas las hay de todo tipo y circunstancia: Las hay morenas de cuerpo débil y corazón templado.  Mulatas de dulce corazón y alma fuerte.  Rubias de piel de mar y alma serena. Trigueñas  de cuidado, ay, Pero todas tienen el poder irresistible de darnos la vida, enseñarlos luego a vivirla y finalmente, motivarnos para seguir viviéndola, (que un gran amor salva, oiga usted, porque es un gran motivo para vivir).

Pobre de aquel que cita a Omega pero no leyó nunca a Martí: “... del error, di el antro, di las veredas ?oscuras: di cuanto puedas del tirano y del error. ¿y de mujer? Bien puede ser que mueras de su mordida; ?¡Pero no empañes tu vida? diciendo mal de mujer”.

Santo Domingo, R.D., jueves, 12 de julio de 2012.

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