lunes, 20 de agosto de 2012

E Pluribus Unum Sobre las verdades incómodas




Raúl Yzaguirre 
Embajador de los EE.UU en RD

Si me remonto al sueño ocurrido hace 49 años, me llevaría a un memorable día caluroso y húmedo en la ciudad de Washington, D.C., lugar que fue testigo de la más grande manifestación pacífica jamás celebrada en los Estados Unidos en ese momento.  Fue el día que el Dr. Martin Luther King, Jr., pronunció su discurso “Yo tengo un sueño”, y yo estuve allí.  Sólo tenía veinti tantos años de edad, pero yo ya había visto suficientes injusticias cometidas contra la comunidad méxico-americana y entendí que esa lucha era mía también.

Gente oriunda de cientos de ciudades a lo largo y ancho de los Estados Unidos descendió en la capital estadounidense para participar en la manifestación del 28 de agosto de 1963.  Unas 250,000 personas se dieron cita en el área verde, de una milla de largo, que se extiende desde el Monumento de Washington al Monumento a Lincoln.  Allí pudimos experimentar lo que significa la fuerza que genera un movimiento de masas.

Martin Luther King.

El programa oficial indicaba que prominentes líderes religiosos, y de los derechos civiles, pronunciarían discursos durante la actividad.  Entre estos líderes se encontraban un miembro irlandés-americano del clero cristiano, el Ministro Bautista Dr. Martin Luther King, Jr., y dos rabinos.  El consenso ecuménico sobre este tema era parte integral del mensaje, así como la participación de 60,000 blancos estadounidenses.  Todos cuestionaban la equidad racial y protestaban a favor de la búsqueda de pleno derecho de los ciudadanos afro-americanos. 

La confrontación desigual entre los jóvenes negros y las autoridades civiles blancas en la ciudad de Birmingham, estado de Alabama, ocurrida unos meses antes fue ampliamente monitoreada por los medios de comunicación lo que motivó aún más indignación.  El movimiento en contra de la segregación y la discriminación estaba cobrando fuerza en la sociedad civil, y este encuentro sobre terreno tan simbólico se materializó en una manifestación colectiva.

El encuentro recibió como nombre “La marcha sobre Washington para empleos y libertad”. En la comunidad méxico-americana los temas sobre la restitución de donaciones de tierra, los derechos de los trabajadores agrícolas, la educación de calidad y el derecho al voto estaban incluidos en la agenda de aquellos de nosotros que buscaban el desagravio social.  Tal y como dijera Rodolfo “Corky” Gonzales, en su poema épico Yo soy Joaquín: “Mis padres han perdido la batalla económica/y han ganado la lucha de supervivencia cultural…La igualdad es sólo una palabra”.  La manifestación, en cuanto a nombre y propósito, resonó con mi propia búsqueda por los derechos civiles y la justicia social.

El programa del día abrió con el himno nacional, interpretado por la cantante y activista negra Marian Anderson.  Millones escucharon su interpretación por la radio cantado desde la escalinata del Monumento a Lincoln.  El programa reflejaba una lista formidable de oradores, entre los cuales el Reverendo Doctor Martin Luther King, Jr. aparecía como el orador número 16. La larga lista de actividades concluyó en la Casa Blanca, fuera del alcance de la multitud, en una reunión entre los organizadores de la manifestación y el Presidente John F. Kennedy.  En términos prácticos, uno bien podría considerar que el cierre de la actividad culminó con la aprobación del Acta de los Derechos Civiles de 1964, una histórica ley que prohibía la discriminación en base a la raza, etnicidad, el origen nacional, la religión y el género.  El Acta de los Derechos Civiles de 1964 hizo ilegal la segregación racial en las escuelas y en los centros de trabajo.  La verdadera marcha hacia la libertad – el empoderamiento a través de las oportunidades educativas – recién se iniciaba.

En agosto de 2011 se inauguró el Monumento Nacional Martin Luther King, Jr., en Washington, D.C.  El monumento rinde tributo a las contribuciones hechas por el Reverendo a la paz mundial, a través del cambio social no-violento.  De una altura de casi 10 yardas y construido de granito sólido, el monumento tiene una inscripción tallada que dice: “De las montañas de la desesperación, una piedra de esperanza”.  El mensaje capta el mensaje del Dr. King de justicia, democracia, esperanza y amor.

Durante la ceremonia inaugural, celebrada en octubre de 2011, de este – el primer monumento construido en el “Washington Mall” a un ciudadano estadounidense que no ocupó la presidencia de los Estados Unidos – el Presidente Barack Obama indicó: “El Dr. King entendió que la paz sin justicia no es paz, y que el alinear nuestra realidad con nuestros ideales a veces requiere de tener que expresar verdades incómodas.”

Santo Domingo, R.D., lunes, 20 de agosto de 2012.

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