jueves, 29 de abril de 2010

ATISBANDO: Elecciones



Bonaparte Gautreaux Piñeyro


Tanto va el cántaro al agua hasta que uno se pregunta ¿para qué sirven las elecciones?

¿Acaso se trata de una feria de alegres participantes en caravanas y marchas? ¿O es un espectáculo de circo?

Si es un espectáculo de circo ¿habrá distintos tipos de fieras, estarán domesticadas?

¿Habrá teatro de títeres con muñecos de figuras risibles, estrafalarias, que actúan conforme a las manipulaciones de sus manejadores?

De seguro que presentarán una mujer barbuda y a un hombre cuyo rostro cambia de expresión y de color, a su conveniencia, en un constante ejercicio de engañabobos.

Nunca faltan los traviesos enanitos, aunque no los acompañe la dulzura de Blanca Nieves.

Los prestidigitadores emplearán sus artes más impactantes, más llamativas, para embobar al público que espera, mientras arrojan al aire nadie sabe qué cosas ni cuántas veces lo hacen.

Otros se ocuparán de embaucar a los incautos en un falso ejercicio de amagar y no dar, dar sin reír, un pellizquito en el c… y mandarse a huir.

Uno y otro mago, aspirante a encantador de grupos, presentarán actos fantástico, alguno de los cuales esperan ser registrados en la serie “Aunque Usted no lo Crea”, del señor Ripley.

Faltará Quico Pou, aquel mago santiaguero que hizo las delicias del público de la década de 1940, cuyo número de la mujer metida en el florero del cual sólo salía cuando el presentador tocaba la mesa y aparecía la dama sonriente, convocada por el arte de manejar misteriosos y gigantescos genios buenos sacados de una botella.

El circo está completo cuando salen a la arena los encantadores, que aprendieron a tocar y a bailar cualquier música mientras la serpiente se mueve de tal modo que parece la silueta de una bailarina árabe, cuya cintura fue engrasada por el suave sonido acompasado, insinuante, sensual, invitador, de largas síncopas.

Los cómicos, geniales saltimbanquis de piruetas imposibles siempre presentes, crearán nuevos números para beneplácito de grandes y chicos, aunque esta vez actúen para crear espejismos.

Los equilibristas realizarán sus actos sin ninguna protección mientras caminan respaldados por su desvergüenza.

Falta algo, ¡ah sí, los payasos!

Pero ¿cómo se le ocurre pensar que en unas elecciones puedan faltar los payasos, imitadores de Emmett Kelly quien con su rostro que causaba pena enseñó a muchos políticos de hoy a presentarse como si fueran serios?

Las elecciones contienen tal cantidad de enseñanzas que mejor es no asimilarlas porque son, en general, un ejercicio del absurdo, una presentación de circo.

No asistamos al circo, juguemos el juego que nos imponen, pero trabajemos para cambiar tanta sinvergüencería.

Santo Domingo, R.D., jueves, 29 de abril de 2010

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