Orlando Gil
Inquietud
Intriga la reciente visita del secretario de las Fuerzas Armadas al presidente de la Junta Central Electoral, y no sólo porque es algo inédito, sino porque existe una Policía Electoral, encargada del orden durante el proceso. El jefe de ese organismo de seguridad fue nombrado hace un tiempo y se supone está haciendo su trabajo, con la consiguiente logística, por lo que nadie puede interferir, aun sea con las mejores de las intenciones, y el magistrado debe recordar que para los fines de los comicios, entre sus atribuciones, se incluye ese mando. La gente quisiera ver La Guardia en los cuarteles, dejando el espacio de la política a los civiles, como se establece institucionalmente. Después que no se quejen cuando los políticos sin imaginación hacen acusaciones alegres sobre la presencia de militares en escenarios de campaña, como ya se hizo en la actual. Incluso, la Cámara Administrativa hizo un emplazamiento, dio un plazo y todavía no se conocen los resultados de esa indagatoria. Que era buena y necesaria para que nadie se equivoque y deleite con fantasmas del pasado…
Las deudas
La Guardia y La Policía son de todos los partidos (aun cuando sus miembros no aparezcan en los padrones ni voten), pero las acciones que lleven a cabo fuera de sus jurisdicciones lucen sospechosas y se les atribuyen al gobierno de turno. La afirmación parece osada, pero nada más hay que recapitular en los silencios de la historia de los últimos años para recordar que los mandos fueron confiados a los oficiales que se la jugaron para que el nuevo orden se estableciera. El PRD pagó esas deudas en horas de poder, y lo mismo el PLD, en reconocimiento de que los votos no lo fueron todo en determinadas circunstancias. Incluso, el PLD acaba de saldar, si puede considerarse de ese modo, una acreencia que era de toda la nación con los militares de la revuelta de Abril. Esas carreras, que fueron tronchadas por política, era justo repararlas, pues no hay dudas de que el valor y la gloria escasean en un país donde la paz es la norma y la guerra la excepción. Fue ahora cuando de verdad terminó la llamada Revolución del 65, pues esa reintegración era una tarea pendiente…
Ejemplos
La visita del secretario de las Fuerzas Armadas al presidente de la Junta Central Electoral fue un ritual extraño e innecesario, pero también algunas otras medidas que como recordatorio debieran sobrar. Por ejemplo, el comunicado o circular para que los militares se acuerden de que no pueden votar. La advertencia parece buena, pero no lo es, y es un resabio de tiempos que se suponen superados. En el pasado se hacía igual llamado, y los guardias votaban como más derechos que los civiles. Entonces, ahí no es que está el problema, en que se le recuerde o no. Entre las letras de su alfabeto debiera estar el principio constitucional de que no son deliberantes. Aprendida la lección, no hay que decirles más nada, pues la disciplina del cuartel obliga a tener buena memoria. ¿Cómo puede un militar acuartelado ir a votar? De manera que hay que dejarse de zoquetadas y permitir que la democracia se desenvuelva sin tutorías. Si los civiles entienden sus derechos, igual los militares deben aceptar sus limitaciones, pues los conflictos vienen cuando se desconocen unos y olvidan otras…
El despliegue
En la actual campaña hay mucha presencia militar, y se atribuye al frecuente caravaneo del presidente Leonel Fernández. Sí, y no. Hay funcionarios de otro nivel que gustan del despliegue de fuerzas y de la parafernalia del poder que reproducen imágenes que son rémoras del pasado. La Guardia ya no mete miedo, por lo que es un recurso inútil incluir militares en las marchas o en los mítines. Incluso, debiera observarse un fenómeno de madurez que por nuevo debiera celebrarse: La ausencia de enfrentamientos entre los seguidores de los partidos y los candidatos…
Santo Domingo, R.D., jueves, 29 de abril de 2010
http://www.listin.com.do/app/article.aspx?id=140131
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