Nassef Perdomo Cordero
Este es un país de respuestas fáciles, no nos gusta ninguna explicación que sobrepase las dos líneas. Quizás por eso no hemos resuelto casi ninguno de los problemas más importantes que azotan nuestra sociedad.
Traigo esto a colación porque de todos es sabido que la inseguridad ciudadana es uno de los problemas más preocupa a los dominicanos. Es una preocupación que ha ido creciendo con el tiempo, incluso en los años en los que la violencia fruto de la delincuencia ha disminuido. Y tienen razón en preocuparse, puesto que el Estado dominicano no ha tomado cartas en el asunto ni ha hecho pública ninguna postura que no sea la de reiterar neciamente que la “mano dura” sí funcionará en el próximo (y enésimo) intento.
Más preocupante aún es que, como la pasión por la respuesta fácil alcanza también a los encargados de codificar las políticas de seguridad ciudadana y a quienes deberían garantizar que estas se apliquen respetando siempre el Derecho. No es extraño escuchar a congresistas proponer leyes “duras” que violarían la Constitución que ellos mismos acaban de votar. Tampoco es inaudito ver a jueces justificando la violación de la Constitución y las leyes y exhortando a los jueces a que no cumplan su papel de garantizarlas. Todavía está fresco en la memoria el artículo “El mejor maestro del juez” de la autoría de uno de los miembros de la Cámara Penal de la Suprema Corte de Justicia. El daño que este artículo ha contribuido a causar en el sistema de justicia penal ha adquirido especial relevancia con el caso de dos imputados presentados a la prensa con moretones. Tampoco hay que olvidar que la jueza de la instrucción de ese caso tuvo que ordenar que fueran examinados por médicos legistas porque uno de ellos estaba orinando sangre.
Lo que no advierten estos “facilistas”, si me permiten la expresión, es que, inevitablemente, el impulso de recurrir a la mano dura desnuda su falta de respuestas. Un ejemplo paradigmático de esto es la Policía Nacional, eje central del discurso del manotazo en la mesa y protagonista perenne de una lucha contra la delincuencia que se plantea y entiende con la lógica de la guerra. Al final, la falsa batalla los deja exhaustos y descubiertos, sin posibilidad de dar respuesta.
El espacio no me permite hacer un resumen de los ejemplos de brutalidad policial que se viven todos los días. Lo que sí puedo hacer es señalar evidencia de que la política de mano dura empeora el problema en vez de aliviarlo.
Por mucho que la reclame, a la hora de la verdad la ciudadanía rechaza la violencia policial. Todos sabemos, aún sea en lo más profundo de nuestro ser, que esa violencia es arbitraria, indiscriminada y contraproducente. Pero además, que la licencia para matar es un poder absoluto y, por tanto, corrompe absolutamente.
Por eso es que, según la encuestadora Gallup, un 30.5% de los dominicanos considera que la Policía Nacional es la institución más corrupta en el país. Esto es más que la CDEEE, la Presidencia, la DNCD, los Ayuntamientos, el Senado y la Suprema Corte de Justicia juntos. Es decir, que el organismo público encargado de ejecutar esa política fallida de disparar primero y preguntar después es, con mucho, el que los ciudadanos creen que es más corrupto.
Fotografía de Abraham Ramos Morel, estudiante de derecho, quien cumpliría 23 años de edad, el día en que fue asesinado por un agente de la policía.
¿Cómo puede la ciudadanía sentirse segura en estas circunstancias? No se siente segura. ¿Qué efectos tiene esto en la seguridad ciudadana? Un efecto devastador. Otro estudio, realizado en esta ocasión por Diario Libre, dejó en evidencia algo espantoso: un 31.6% de los capitaleños que no denuncian los delitos se abstienen de hacerlo porque desconfían de la Policía Nacional. Que los ciudadanos desconfíen tanto de la Policía que prefieran callar los delitos de los que son víctimas es sencillamente espantoso.
Pero lo peor, lo más grave y más preocupante es que el jefe de la Policía Nacional parece empeñado en seguir por el mismo camino y que, además, a su superior último no parece preocuparle nada de lo que está ocurriendo.
Lo digo porque en las últimas semanas agentes policiales han asesinado cruelmente a ciudadanos dominicanos que –prudentemente, digo yo- decidieron no pararse de noche en un lugar oscuro cuando se lo ordenaron agentes que no se identificaron. Esto no es más que la consecuencia inevitable de la lógica guerrerista de la Policía y su visión de que los ciudadanos tienen que someterse a su arbitrariedad, aunque las leyes digan otra cosa. La respuesta del jefe de la Policía no se ha hecho esperar y ha acusado de estos hechos a “fuerzas invisibles” que quieren hacerlo saltar del cargo (cualquier parecido con “los incontrolables” no es pura coincidencia).
Estas declaraciones dejan claras varias cosas: primero, que el jefe de la policía cree que todos los abusos anteriores han estado justificados; segundo, son una admisión de que la policía es una institución donde lo que prima es la cultura de la violencia y el faccionalismo caudillesco; tercero, que sus males internos están fuera de control.
Con que sólo una de las cuestiones anteriores fuera cierta ya estuviéramos en problemas. Pero son las tres. Y juntas. O cambiamos radicalmente el rumbo y le ponemos coto a la Policía y sus abusos, o repetiremos la historia y tendremos nuevamente que pagar con sangre nuestra pasión por las respuestas fáciles.
Santo Domingo, R.D., lunes, 12 de julio de 2010
nassef.perdomo@gmail.com
http://www.clavedigital.com/App_Pages/opinion/Firmas.aspx?Id_Articulo=18110
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