martes, 28 de septiembre de 2010

La suma de todas las derrotas





El Bulevar de la vida //
Pablo McKinney

(Una elegía a la santa corrupción)

¿Cómo rescatar éticamente un país donde la corrupción no provoca críticas sino envidia?

¿Cómo lograrlo en un país donde los corruptos “solidarios” son más admirados que un noble caballero de buen proceder? A estos, hasta los mantienen en sus cargos, les celebran sus bochornos. Hagan memoria. Miren el presente. Y váyanse a un Karaoke cuando puedan.

Lo de la patología delictiva de unas gentes, y la vocación para celebrar la impunidad de otras, bien debería explicarla el psiquiatra José Miguel Gómez en el Bulevar de Salud Mental del viernes, en CDN.

Por ejemplo, o por joder, ¿quién es, en término de popularidad ante las grandes masas perredeístas, D. Luis Ernesto Pérez Cuevas? ¿Quién c… es Federico Lalane José, si lo comparamos con uno de estos especímenes de lo mal hecho que abundan en nuestra partidocracia? ¿Quién es J.J. Bidó Medina? ¿Qué representaría en un proceso electoral presidencial peledeísta un candidato como César Pina Toribio, o el bien probado en su honestidad y eficiencia, vicepresidente Alburquerque?

¡Y no olvidemos que el voto es secreto! O sea, que es posible tomar las limosnas del delincuente/ prevaricador y votar por quien representa una garantía de honestidad y servicio a los demás. (Me perdonan, pero yo no estoy seguro de que eso quieran los votantes dominicanos. A veces, un pesimista no es más que un optimista bien documentado)

Como se dice de la cultura, aquí la corrupción somos todos. O casi todos.

Infeliz y fallido país de mentiras, donde por golpear a las mujeres un artista pasa de Najayo-hombres al mayor de los éxitos en una sala de primera de la Zona, donde la honestidad es sinónimo de cobardía, y una M, que no es de miércoles.

Triste país, donde un legislador al admitir públicamente sus relaciones sexuales con una menor de edad, aumenta su popularidad en el barrio, de tal manera que hasta puede traspasarla a la familia como un título nobiliario. ¡No te jode!

Esto no es cosa del PRD ni del PLD y algún empresario cómplice. No, no. No es tan simple. Es más grave. Es muchísimo más grave.

Los culpables somos nosotros. Usted y yo, que seguimos teorizando en las cantinas, simulando en las iglesias, predicando en estos bares, y todo porque no se nos note tanto que apenas somos unos asesinos de sueños malogrados, manchados ante la historia por los excrementos perfumados del triunfo y todas sus miserias. La suma de todas las derrotas.

Santo Domingo, R.D., martes, 28 de septiembre de 2010

(pablomckinney.com)


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