Venecia Joaquín
Violencia es “obligar a alguien, utilizando la fuerza u otros medios, a que haga algo contra su voluntad”. Basada en este concepto del diccionario Kapelusz de la Lengua Española y analizando la dinámica de nuestra sociedad, llego a la conclusión de que la violencia se ha institucionalizado en el país.
Sus fuentes y promotores no están exclusivamente en la TV, Internet, en los deportados por actos criminales ni en casos delincuenciales aislados, los propulsores en masa están dirigiendo hogares e instituciones públicas y privadas.
Actos de violencia no solo son secuestros, robos, asesinatos, terrorismo, etc., delincuentes no solo son sus ejecutores, sicarios y malvados de los que a veces habla la prensa. Ellos son ramas del árbol. Más bien frutos cosechados. Se destacan en el predio productor por ser brutales, poco elegantes. Las raíces en cambio no surgen, no se destacan, no se tocan.
Indiscutiblemente que la vida es simple y hermosa pero hemos perdido el camino de la paz, de las satisfacciones que dan intima alegría. Se ha tomado el camino de la ambición sin medida, competencia malsana, afán por bienes materiales, lo que genera odio, rencores, envidias,…violencia. En muchos hogares, los padres olvidan enseñar con el ejemplo e imponen su sentir. Dejan vacíos en los hijos. Los frustran, confunden y humillan. Lo empujan a la vida fácil, a lo material y superfluo,.. a la violencia.
Lo mismo sucede con las directrices del gobierno. Muchas están divorciadas de los anhelos y prioridades de la mayoría. En lugar de satisfacer sus necesidades básicas de comida, educación y salud, en lugar de hacer producir la tierra y fomentar la pequeña empresa, para generar empleos, evitar la migración, descongestionar el transito, combatir la miseria, tienden a deslumbrar con metros y obras materiales que solo benefician unos pocos. Eso genera malestar.
En estas insatisfacciones están las fuentes principales de la violencia y sus promotores. Los líderes, conciente o no, viven agrediendo, robando, matando y asfixiando la población. Esos actos de violencias colectivas deben ser detenidos. Muchos los ejecutan sutilmente, amortiguando con tarjetitas y bonos, neutralizando la capacidad de pensar, manteniendo la ignorancia para evitar dolor. Los casos aislados de violencia no deben distraernos de los que usan su poder, dinero y posiciones para fomentarla, destruyendo dignidades.
No es la policía ni los organismos de seguridad que deben reestructurarse a fondo. No es ahí que debemos hacer la reingeniería. No son estos los actores que deben tecnificarse. Son los dirigentes de instituciones, iglesias, familias quienes deben revisar y cambiar sus métodos y comportamiento.
Necesitamos un proyecto de nación rumbo al bien común en el que todos trabajemos para elevar el nivel de vida de la gente. Llegara el día en que no necesitaremos lanzar a las calles policías ni organismos represivos a recoger los frutos podridos, los delincuentes, que hoy producimos. Cambiando las estructuras y prioridades de los organismos, lanzaremos al mercado una mejor cosecha, la más deseada.
Santo Domingo, R.D., sabado, 2 de octubre de 2010.
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