Orlando Gil
EL CERCO
Luis Abinader reitera que mantiene sus aspiraciones a la nominación presidencial en momentos en que el cerco alrededor suyo se hace más estrecho, cuando hay menos espacio para crecer y se considera imposible que la realidad de poder en el PRD se divida en tres. Parte de una ficción que como recurso de propaganda pudo haber surtido su efecto, pero que no llenó su cometido en un partido que no se deja seducir por lo novedoso y es cada día más apremiante en sus propósitos. La polarización entre Miguel Vargas e Hipólito Mejía es innegable, y si no pudo convencer de sus fuerzas, cuando estas superaban las del ex Presidente, mucho menos ahora cuando los compromisos dividen en dos al partido. No tiene que darle muchas vueltas al asunto para apreciar los cambios, pues son ostensibles y se deciden en su contra. ¿Acaso no tuvo entre los suyos a Rafael Suberví Bonilla y a Vicente Sánchez Baret, quienes ahora figuran como voceros nacionales de Mejía? Tal vez no sean ni la sombra de lo que fueron, pero huelen las posibilidades a distancia…
El principal problema de Luis Abinader en la actualidad no son sus contendientes naturales Miguel Vargas e Hipólito Mejía, sino sus equipos de estrategia y trabajo, que intentarán convencerlo de sus posibilidades para que no desmonte su campaña ni entregue sus espacios. Son empleados, y como tales, querrán preservarse, pues la política es su medio de vida. Vargas y Mejía, en cambio, lo verán como la quinceañera a que todo muchacho del barrio aspira, y de seguro que cada cual por su lado ofrecerá pajaritos en el aire. La ocasión, por tanto, se presta para ser inteligente y no voluntarioso, pues en la política como en el Eclesiastés hay tiempo para todo: tiempo para lanzar candidatura y tiempo para retirarla, atendiendo siempre a la circunstancia.
Desde siempre las ventajas de Mejía y Vargas fueron obvias, pues uno fue Presidente y el otro candidato. Es más, el segundo lo fue por el traspaso de fuerza del primero.
Incluso, eso es lo que explica el crecimiento “sorprendente” de Mejía de los últimos meses. Las ovejas pérdidas o escapadas volvieron al redil…
LOS JUEGOS
Luis Abinader podría mantenerse en sus trece y continuar la lucha aun cuando sepa que su oportunidad se extravió en la polarización entre Miguel Vargas e Hipólito Mejía. Pero tiene que saberlo y aceptarlo. Después todos los juegos son posibles. Si su propósito era posicionarse, acreditarse en función de futuro, un poco de entereza no le haría daño.
Tendría hasta marzo para tomar una decisión definitiva, aun cuando deba cuidarse de los Idus, pues podría darse el caso de que la suerte de la convención, para esa fecha, ya esté echada. Entonces se quedaría sin pito y sin flauta, ya que el temperamento de Penélope (de esperar y esperar) no le sienta bien a aspirantes con posibilidades y gran determinación. Quien dice que ante rechazos seguidos, los pretendientes lo dejen con su narcisismo y se conformen con un “ni tanto huele la flor”. No hay que olvidar dos cosas. Mejía siempre ha visto a Abinader como un seguro apoyo, y Vargas nunca le ha reconocido la fuerza de su talante o su potencial político…
LOS RIESGOS
Ahora, Luis Abinader debería pensar (más que) bien lo que hace, pues los riesgos de una coyuntura acaban con una carrera política, si no se sortean con éxito las dificultades. Por ejemplo ¿no le aprovecharía ser compañero de fórmula de Mejía o de Vargas? Su juventud, su preparación y el trecho recorrido serían atractivos en cualquier boleta. Pero, además, hay otro aspecto a tener en cuenta. La mezquindad de hoy podría pagarla más cara mañana. Si no apoyara a Mejía ni a Vargas dentro del partido, ahora que son los candidatos del momento, ¿cómo pedirles respaldo cuando la circunstancia sea más favorable a su causa y ellos no estén de por medio pero sigan siendo determinantes? La vida política nunca debe irse en suspiros…
Santo Domingo, R.D., miércoles, 24 de noviembre de 2010
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