Luis Scheker Ortíz
Se presentó sin darme a conocer su nombre. Dijo: -Yo aplaudo la Juez. La sentencia no sé, no me interesa. Sé de su intención y propósito. Eso me basta. Soy un hombre simple. Un tipo del montón. No soy, como usted puede ver, un erudito o jurisconsulto. Uno de esos abogados que, de tanto saber, enredan las cosas.
O de esos comunicadores y escribidores que confunden. Yo voy a lo real. No me voy por las ramas. Si hubo yerros procesales, ¿así se dice? o demasiado emotividad en la sentencia, eso a mí poco me importa. Sé, porque la sufrí en carne propia, por años interminables, lo que fue la dictadura de Trujillo. “La Paz de Trujillo”, sembrada por el terror, los asesinatos, la represión, el abuso y la corrupción. “En esta casa, Trujillo es el Jefe”, no sólo aparecía en el villorrio, en los despoblados; también en Gazcue, en casas de alcurnia. De los tutumpotes, como diría el difunto compañero Bo.
Y sé también, agregó sin reposo, de esta “democracia” entre comillas. “Del pueblo, por el pueblo y para el pueblo” y me pregunto: ¿cuál pueblo? ¿cuál democracia?. ¿Esta, de pacotilla, que no ha sabido cumplir con su función social, satisfacer las necesidades básicas del pueblo y, en cambio, alienta la impunidad, incrementa la corrupción, el clientelismo, el desorden administrativo, los abusos y las desigualdades? ¿Es, acaso, a nombre de esa democracia mal entendida, que debe dársele cabida a la idea de reivindicar a Trujillo y su “Era Gloriosa”? ¿Olvidar a nuestros héroes y mártires que derramaron su sangre y sacrificaron hasta su vida por darnos, a los sufridos, una democracia auténtica, como dicen ustedes, los ilustrados, que vamos a permitir eso? A mí no, a mí que no me vengan con esas.
Nada de “borrón y cuenta nueva”, para un retorno imposible. Para rescatar la memoria proscrita de Trujillo y su régimen, negador absoluto de libertades y derechos que quieren usufructuar, bajo el manto de una democracia falaz y falsificada, que otorga libertades que tan poco nos sirven, para que sus herederos de sangre, sus inocentes descendientes, con sus complicidades, se aprovechen y pretenda reivindicar la memoria de quien fue “Benefactor” de una época de horror y silencios. Que no me vengan con esas “libertades”: la democracia, dijo, tiene derecho a defenderse de los abusos y de los abusadores. A no dejarse utilizar ni seducir por sus enemigos, con cantos de sirena. Esta seudo democracia, permisiva y corrupta, sólo los becerros la quieren. Para los hombres y mujeres del pueblo trabajador, esa democracia, compay, ha fracasado.
Lo miré con tristeza, con ese amargor que encierra la verdad sufrida, dicha al desnudo. Dio la media vuelta, se quitó el sombrero y largó un caño de humo interminable desde su cachimbo de barro, colgado de los labios, en señal de despedida. Antes de irse le impetré: -Todavía no me ha dicho su nombre, señor. Y con un mohín, que quiso ser sonrisa, me respondió, ¿todavía no me reconoce? Poco importa, mi nombre vale poco. Soy para servirle a Usted. un hijo más de Machepa.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 24 de noviembre de 2010
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