martes, 23 de noviembre de 2010

Miguelina, Jordi y el país



Siempre supimos que la orden de as
esinato a Jordi Veras R., tenía la autoría intelectual de quien hizo lo mismo con Miguelina Llaverías. No fue difícil, por los antecedentes, circunstancias del escenario, similitud en el modus operandi, perfil del victimario y la condena definitiva del crimen. 

Pero sobre todo, lo supimos, porque Jordi es transparente, responsable, consecuente, juicioso, trabajador, amoroso con su familia, honrado, íntegro, dedicado y sin enemigos, una personalidad fastidiosa para el criminal de Miguelina, cuya mente depravada entiende que toda persona alineada a la mujer objeto de su ensañamiento machista, merece la misma suerte. 

Miguelina Llaveras y su hija Julia Miguelina Roman Llaverias. 

Precisamente, en este noviembre de la No Violencia contra las Mujeres y a cincuenta años del triple asesinato de las Mirabal, la Procuraduría Fiscal del Distrito Nacional, desayunando con un medio de prensa nacional, publicó cifras de los últimos dos años, señalando más de 15 mil denuncias de violencia contra la mujer, el 23% del total de las recibidas y el tipo de delito más llevado a esa institución. 

Para la ocasión también, el director del Centro de Intervención Conductual para Hombres, de esa Procuraduría Fiscal, habló del perfil de los agresores, reconociendo que el 95% de los casos recibidos, no son personas afectadas psiquiátricamente y confirmando solo un 5% con alguna patología mental, coincidiendo así con datos internacionales. 

Personas que investigan el fenómeno de las violencias basadas en el género contra las mujeres, destacan el odio profundo que sienten los machistas violentos por la mujer objeto de maltratos, al punto de atentar con su entorno, sea o no familiar, con tal de herirla. (Ni los hijos/as se salvan y cada año contamos de estos asesinatos, escenarios ampliados a familiares cercanos de las víctimas). 

De acuerdo a José Sanmartín, director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, en España, la personalidad de los agresores de mujeres, tiene en su base una diversidad de factores de orden socio cultural, resaltando una socialización sexista plagada de estereotipos rígidos sobre la masculinidad y feminidad, con una percepción devaluada de la figura de la mujer. 

En la lógica del victimario de Miguelina, quienes la defienden, pasan a “causarle problemas” a él, obligándolo a controlar un número mayor de personas enemigas. Una fórmula completada con dinero y secuaces dispuestos a cobrarlo y demasiado tiempo de ocio. Un plan gestado en la cárcel, donde nuestro país se vuelve tierra de nadie. 

El mensaje enviado al país por el grupo criminal del frustrado feminicida de Miguelina, puede amedrentar a la ciudadanía, pero también la anima a mantenerse en la línea de la Justicia: la mayor parte del país se ha mostrado vigilante y protector con Miguelina y con Jordi.

Santo Domingo, R.D., martes, 23 de noviembre de 2010


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