sábado, 13 de noviembre de 2010

A pesar de todo, creo en ella




En Plural // 
Yvelisse Prats-Ramírez de Pérez 
yvepra@hotmail.com 

Me reclamó una voz familiar entrañable, señalando mi incumplimiento a una promesa. 

–Pero vieja, usted nos juró hace apenas cinco meses, en la dura hora de sus intervenciones quirúrgicas, que no volvería a trabajar tanto en su partido. Nadie pretende que abandone el PRD, sabemos que para usted es imposible. Pero se puede ser perredeísta y no activar día y noche en el partido, sufriendo lo suyo y lo de los/las otros/as, como si Dios y Peña Gómez le hubieran dejado como herencia esa vela de armas continua. 

Cuídese un poco más, vieja, duerma a pierna suelta, siéntese y no corra a desfacer los entuertos que otros fabrican. 

La filípica amorosa de alguien que quiere disfrutar a mi lado de los años que me quedan para compensar los muchos que he arrebatado a la familia, no me toma desprevenida. 

Ya había notado la reticencia en el saludo que me recibía tarde al llegar de las reuniones organizadoras del I Congreso del PRD, algo se iba cociendo en la desaprobación hogareña, aderezado con la amargura y el desconcierto de una percepción compartida en familia de que en mi partido están precisamente los que menos me aprecian. 

Por fin, el guiso del descontento explotó a borbotones, y me quemó. Al encontrarme de frente con un compromiso, a todas luces incumplido, me decanté por tomarlo con buen humor, respondí con un retruécano que resultó acertado, porque logré provocar la risa franca como respuesta ya amainada. 

–Querido, en juramento de borracho ni de moribunda se puede creer. 

Supongo que a lo risueño del momento sucedió luego una refl exión más indulgente sobre mi caso, o quizá lo han considerado como irremediable. 

Lo cierto es que me han dejado más o menos tranquila en mis idas y venidas continuas, de mi casa al Partido, del Partido al Instituto, a las reuniones del Foro Renovador, a la pequeña oficina privada en la que me refugio para mis trabajos particulares, con alguna que otra parada en otros espacios para impartir una clase o una charla, o estar presente como el fi n de semana antepasada en los cursos que nos donan Intec, Usaid, Unibe y Participación Ciudadana. 

Pero resulta que aunque salí bien parada de ese envite, y he bajado la reconvención en mi entorno, en mi interior se encandiló de repente una hoguera de cuestionamientos. ¡Paradoja que introdujo el regaño dentro de mí misma! Yo, que no soy dada a las introspecciones, que vivo hacia fuera, hablando mucho y escuchando con hambre de encuentros, me fui enroscando en los últimos días alrededor de mi propia sombra. 

Enfoqué el microscopio del análisis sobre mi accionar y mis motivaciones, y mi reflexión dolió como un parto porque pujaron al hacerse presentes ingratitudes, desafectos e incomprensiones. 

Y por encima de esas frustraciones personales, un fuerte sentimiento de desolación que puso en duda todos mis esfuerzos, único tesoro de mi historia. 

Un pérfido ¿valió la pena, Yvelisse? se presentó como endriago maléfico y me puso a temblar. 

Un toque aparentemente intrascendente apretó más la tuerca, profundizó la espina que me enconaba en las incertidumbres de si estoy o no estoy en lo justo: el otro día, en una reunión de la Comisión Organizadora del Congreso un amigo de siempre, que es además hombre honesto y de ideas progresistas en la paz, en la guerra, me miró directamente a los ojos y me espetó con tono compasivo. “Yvelisse, sigues en la utopía”. 

Y no fue en modo alguno desdeñosa, ni ofensiva, sino apenada la calificación, como si me considerara equivocada, perdida en un pasado defi nidamente muerto. 

Y yo, que recibí como disparo, ese epitafi o a lo que soy y lo que tengo, esa descalificación a mi oficio perenne, no pude en ese momento contestar con un verso de Benedetti, a quien me aferro en estos días difíciles o con tararear junto a Sabina y Serrat “que el corazón nunca pasa de moda.” Si la utopía no existe, si soy una “demodeé” empecinada en mantener un sueño que se desvaneció entre Maquiavelo y Hayek, ¡cuánta razón tendrían mis hijos, mi marido y mis nietos al demandar que me aleje del cadáver! Pero, ¿cómo alejarse de lo que es una misma, consustanciada en mi memoria con las mejores batallas de mi vida, inyectándome bríos cuando me desaliento, llegando de repente cuando se llena de fracasos la noche para imponerme la espera de la madrugada con sus luces? Me sacudo a mí misma. Sí, vivo en la utopía. Repito, casi a gritos, ante las reprensiones familiares, ante mis dudas y la compasión del otro, en palabras de Benedetti, que creo en ella. “….Oculta en las arrugas de mi fe exasperada y fiel como una llama.” 

Santo Domingo, R.D., sábado, 13 de noviembre de 2010 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por ti, querida compañera amiga, maestra, madre y mentora de varias generaciones, de jovenes y mayores, continuamos militando en el partido más grande de America Latina y que más ha contribuído a la consolidación del proeso de trtansformación democratica de la republica Dominicana. Por usted, Doña IVELISE, el PRD y la sociedad dominicana, pueden contar, hoy, mañana y siempre, con un grupo de jovenes (algunos ya mayores, pero que como usted nunca hemos envejecido), que jamás escatimaremos esfuerzos para luchar por las reivindicaciones de nuestro pueblo y para que la libertad y la democracia no perezcan, en nuestro terruño querido, ya que eso nos ha inculcado desde las aulas, desde el partido, desde las calles, sirviendo de ejemplo en la lucha por la preservación de los valores democraticos y libertarios, por lo que tanto luchó nuestro extínto líder, JOSE FRANSISCO PEÑA GOMEZ, del cual tu has resultado ser la alumna más aventajada, de sus enseñanzas. Sé que su familia tiene derecho a reclamrle que les dediques más tiempo; más aún, que tienen derecho a protegerte y cuidarte, pero se olvidan, que tu eres algo más que madre y esposa; eres tan grande que has ampliado tu familia, integrando a un alto porcentaje de gente, de compañeros de tu partido, que formamos parte de ti y en consecuencia, somos el resultado de tu entrega a un país,a una sociedad, a varias generaciones, a un partido, que, independientemente de sus confrontaciones internas, continúa siendo, el partido del pueblo, el de la esperanza nacional y el paladín de la democracia en nuestro país, porque mujeres y compañeros, como tú, continúan dentro de él, dandolo todo por su consolidación, unidad y fortaleza. Por eso querida amiga, madre y compañera del alma, saludamos tu decisión, en tu testarudes, de continuar siendo la savia que has alimentado y alimenta a mucha gente, en esta organización y en la socieda dominicana. Tu eres un simbolo en nuestro partido y siempre permanecera en nuestros corazones y en nuestras conciencias, siendo nuestra guia y mentora, en la lucha por las reinvidicaciones de nuestro pueblo. Siempre estaremos contigo, aunque tengamos diferencias, que siempre seran de forma; pero como tu nos ha enseñado, eso es la dialectica, por lo que somos el resultado positivo de ellas mismas. Muchas gracias, por ser como eres,por haber sido mi maestra, academica y políticamente y porque Dios me ha permitido ser tu compañero del partido más democratico que ha tenido nuestro país, el PRD. Un abrazo y hasta pronto compañera de mil batallas. Nunca me olvido de usted.

PELAGIO ROSARIO
Politologo y Maestro
Vicepresidente y Sec.
de Educ. y Doctrina del
PRD, en la Seccional de
Madrid

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