martes, 7 de diciembre de 2010

El poder

Joaquín Absalón Pastora

MANAGUA, Nicaragua._ El poder es un gigante invisible. Sus víctimas son los humanos estremecidos por las temperaturas de la ambición. El fenómeno tienta a la criatura deseosa de caer en las redes de sus “puertas abiertas”. 

“Yo quisiera llegar al poder para que me canten el Himno Nacional”, me decía un amigo pre candidato. 

Si hubiese llegado a colmar sus aspiraciones no se hubiera conformado con ese deseo. Ya en las entrañas tenía todas las posibilidades de hervir sus entusiasmos ante las pasiones ofrecidas por el privilegio de estar en las cumbres. 

El tipo en el poder —socio de sus excelencias— se siente superior ante el resto de los mortales. Una Vicepresidenta de Nicaragua a quien acompañé a República Dominicana veía ensimismada desde el balcón de protocolo del Aeropuerto de Santo Domingo hacia abajo donde podía notarse una larga fila de viajeros esperando su turno. Su reacción fue: ¿ya viste a esos pobres mortales? 

De ahí pasan a ignorar al círculo que los rodeó en la llanura, de transfigurar su carácter, hasta en lo estrictamente material, pavonearse no sólo por sentirse arriba sino por estar ricos y tener todas las posibilidades de usufructuar lo que nunca pudo conseguirse en la llanura. 

En este momento mi memoria recibe la grata y oportuna visita de Lord Acton, representada con una sola e irrebatible frase “El poder corrompe al hombre y el poder absoluto lo corrompe absolutamente”. Según la tesis, persevera una escala progresiva. De todas formas, discreta o indiscretamente es una fuente de descomposición. El enunciado, dicho en un instante de espléndida lucidez, sigue ejerciendo funciones de cámara con luz que capta de “cuerpo entero” la imagen del poder. 

Pero debe afirmarse algo y no atribuirle solo peligros. Es necesario que alguien lo ejerza. Lo malo es que las selecciones populares caen en “saco roto”. Muy pocos o nadie en la recurrencia más fatalista saben administrarlo. Sin su hegemonía no sería posible medir la distancia entre gobernantes y gobernados. Sin su influencia no podría determinarse a la autoridad. El proceso de la evolución desde centurias atrás fue ir moldeando el concepto con el montaje de las leyes que nos tocan una tonadilla absolutamente nominal: “Todos somos iguales ante la ley”. Mentira, ficción nivelada con la corpulencia del monstruo. Y así en ese transcurso se han ido levantando entre coronas y repúblicas, constituciones a las cuales fácilmente se les da una patada. 

El doctor Emilio Álvarez Montalván con motivo de la presentación del libro de Adolfo Díaz Lacayo sobre nuestros gobernantes desde la independencia de Nicaragua, hizo esta pregunta “¿Por qué en nuestra convulsionada historia el poder ha tenido y sigue teniendo tantos enamorados? Sugiriendo que no es nada halagador estar en el centro de las trifulcas. La respuesta podría ser: el afecto lo induce llegar para sacar el mejor provecho material y personal usando el nombre de la patria y del pueblo como un pretexto celeste en la escala al paraíso. 

Estando cerca las elecciones, todas las estructuras apuntan al continuismo. Desde el Presidente para abajo, los diputados, los magistrados, los alcaldes, en fin… Incluso las ambiciones parecen ser no solo en la forma individual del soldado sino en la forma colectiva de la tropa. La Junta Directiva de la Asamblea Nacional pretende “enchufarse” en el mismo caudal de energía en nombre de ninguna justificación, salvo la de no querer volver al dolor de “la calle dura”. No solo es uno el anillo de muestra de los enamorados.

 Managua, Nicaragua, 07 de diciembre de 2010


No hay comentarios:

Translate