Teófilo Quico Tabar
En el recién pasado período de Navidad y Año Nuevo en que acostumbramos a compartir en diferentes actividades, cualquier tema pudo faltar, menos el referente al de la presencia de miles de haitianos ilegales en todo el territorio nacional.
La preocupación aumenta porque no se nota el interés de las autoridades en cuanto al establecimiento de reglamentaciones claras. La gente piensa que en las fronteras no hay controles efectivos ni mucho menos la intención oficial de corregir lo que se está convirtiendo en un problema cada vez más grande.
La situación en Haití no parece haber llegado al inicio del fin de sus penurias. A pesar de la comunidad internacional, todo parece indicar que luego del terremoto cada día se agravan las cosas tanto el lo económico, salud y ahora con el detonante político que podría acarrear males peores.
Una mujer haitiana a ser repatriada llora sentada en la cama de un camión del Ejercito Nacional.
Mientras más problemas ocurran en el vecino país, mayor es la tentación de cruzar la frontera buscando un lugar donde mejorar sus condiciones de vida. Y esa es una realidad que no se puede ignorar ni ocultar.
Porque el país está a solo unos pasos de una frontera que no se puede trasladar, y las autoridades no han mostrado la voluntad de establecer mecanismos migratorios definidos que impidan el creciente ingreso de forma ilegal.
Pero igualmente crece la vigilancia internacional. Con líderes importantes que al parecer tampoco encuentran fórmulas de brindarle soluciones al caso haitiano al margen de nuestro país, y eso hay que tomarlo en cuenta.
Como sugiere el Cardenal, cualquier medida en este caso hay que estudiarla con cuidado, pero lo importante es comenzar a buscarle soluciones de manera conjunta, antes de que la desesperación conduzca a acciones que luego habría que lamentar.
Luego de las informaciones de que en varios puntos del país, Juntas de Vecinos han tomado decisiones de desalojar a ciudadanos haitianos que de alguna forma han buscado refugio en esos lugares, la preocupación debería llegar hasta las más altas instancias.
Numerosos ciudadanos haitianos se arremolinan en un puesto fronterizo a la espera de ser admitidos en territorio dominicano.
La presencia de haitianos indocumentados en nuestro país no es responsabilidad absoluta de Haití, sino también de las autoridades dominicanas, y ellas tienen que llevar a cabo acciones capaces de establecer controles y a la vez convencer a la comunidad internacional.
El gobierno que tantos diálogos ha realizado para asuntos que considera convenientes, debería convocar urgentemente a todos los organismos que tienen incidencia en el tema, con la presencia de expertos de organismos internacionales, a fin de darle inicio a un sistema migratorio en el que se comprometan todos, incluyendo el vecino país.
El tema es complicado y obliga a nuevos artículos. Y para comprender su complejidad, tiempo atrás un experto internacional escribió: “Empresas dominicanas estimularon el proceso migratorio masivo, contratando anualmente decenas de miles de haitianos para que fuesen a sus ingenios y otras actividades agrícolas. Muchos se quedaron ilegalmente bajo la protección empresarial y oficial y probablemente les enseñaron a otros como hacerlo”.
Santo Domingo, R.D., jueves, 06 de enero de 2011.
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