Eduardo Álvarez
Inacio Lula abandona del poder con casi un 80% de popularidad. Igual, Álvaro Uribe se despidió con flores dejando tras él un excelente reputación de gobernante, poco alcanzable en esta región. Tras agotar los dos periodos permitidos por la Constitución de Estados Unidos, Bill Clinton ha asumido la gloria de un ex Presidente apreciado y respectado. Michelle Bachelet pudo cobrar los frutos de un excelente gobierno socialista, pero opto por salir con la frente en alto, con el aplauso de dos terceras parte del pueblo chileno.
Lula.
En la otra cara de la moneda, perturbaciones y retorcimientos al servicio de la ambición de poder. Chávez, una historia sin fin, trazando pautas a Correa y Morales, ambos atrapados en la misma trampa que ensombrece a tres grandes pueblos del Sur, a saber, Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Uribe.
Los Kirchner siguieron el poder pasando la antorcha uno al otro. Obviaron la prohibición constitucional que limita el mandato presidencial en Argentina. Pero no pocos piensan que esto le costo la vida a ex presidente Néstor Kirchner, incluso derrotado humillantemente en sus aspiraciones de ocupar un puesto en el Congreso, pocos meses antes de fallecer.
Bachelet.
Llueven los rumores sobre los manejos corruptos de la presidenta Cristina Kirchner, comportamiento que pudo haber afectado seriamente la salud de este exitoso poético, que desaparece con apenas 60 años de edad.
Los obscuros arreglos de Manuel Zelaya para seguir gobernando más allá de un primer mandato salieron tan mal que le costó el poder. Prácticamente inhabilitado para competir de nuevo, debe resignarse a participar apenas de manera indirecta.
Clinton .
A pesa de estos buenos y malos ejemplos, recientes y cercanos, docenas de seguidores de Leonel Fernández no se dan por enterados. Más que perturbadoras son estas diligencias, mostrando las más variadas marrullerías para obviar el artículo 126 de la Constitución, que prohíbe la reelección presidencial.
Con el riego de caer estrellados de mala manera, procuran montar un potro salvaje e indomable, que algunas veces llaman Referéndum y otras, No-retroactividad Constitucional. Para los fines, el efecto es el mismo: dar un golpe de Estado constitución cuyas previsibles y penosos resultados incluyen, inexorablemente, la escisión del PLD y el orden institucional prevaleciente. Y no estamos exagerando.
Santo Domingo, R.D., sábado, 08 de enero de 2011.
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