Rafael Núñez
Desde niño, la historia de Egipto me pareció fascinante. Me provocaba un enorme entusiasmo cuando escuchaba o leía los relatos sobre sus creencias religiosas, sus orígenes, acerca de los grandes templos, de las pirámides y del impresionante río Nilo.
Todo lo que tiene que ver con Egipto, su civilización antigua, su arte y sus guerras, me pareció mucho más cautivante al contarse que cualquier otra narración aparecida en los libros de Historia Universal. El término árabe Aigiptos significa más allá del Egeo, mar que pertenece a Grecia y fuente de conflicto con Turquía por su posesión.
Ahora que ese país, ubicado en el continente africano, y de origen árabe, atraviesa por una situación de turbulencia política, nos recuerda toda su historia antigua, que está asociada también a las guerras con su origen religioso, como fueron las cruzadas, y la jihad (guerra santa), la segunda una respuesta de la primera.
No puedo esconder lo que me impactó emocionalmente cuando en el viaje oficial a esa nación tuve la oportunidad de visitar las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino, Patrimonio Cultural de la Humanidad y una de las siete maravillas del mundo.
Zahi Hawass con las pirámides de fondo.
Visitar a El Cairo, la capital, y estar frente a estos monumentos que causaron tanta curiosidad infantil cuando nuestros profesores nos hablaban de ellos, fue una experiencia que agradezco a la idea de tomar un tiempo prestado a la agenda presidencial para estar ante aquellas moles de piedras.
Visitar a El Cairo, la capital, y estar frente a estos monumentos que causaron tanta curiosidad infantil cuando nuestros profesores nos hablaban de ellos, fue una experiencia que agradezco a la idea de tomar un tiempo prestado a la agenda presidencial para estar ante aquellas moles de piedras.
Pude subir por una improvisada escalera empinada, encorvado para evitar el techo, hasta llegar al centro de la mayor de esas pirámides (Keops), en la rivera izquierda del río Nilo, en la meseta de Giza, donde un guía turístico me explicó que hace muchos años, en la parte más alta, había un sarcófago con la momia del faraón Tutankamón, retirado de allí y llevado al Museo de El Cairo, con el fin de evitar el saqueo propio de los guerreros con los que se enfrentaban los ejércitos egipcios.
Para llegar hasta aquellas extraordinarias obras de la ingeniería antigua, hay que vadear una retahíla de casuchas apiñadas a orillas de la carretera que te llevan hasta la meseta de Giza. Esas viviendas de familias egipcias se prolongan hasta el pie de la más grande de las pirámides, donde los visitantes dejan el vehículo y caminan unos 500 metros. En los alrededores de las tres pirámides, el visitante se encuentra con taxis-camellos cuyos propietarios ofrecen un paseo por los interminables caminos del desierto de Sahara. Causa mucha extrañeza a los turistas que visitan el lugar cómo los egipcios que viven de las múltiples actividades que organizan alrededor de estos tres monumentos pueden comunicarse en distintos idiomas. Y hasta te identifican si hablas español.
Además del Nilo, un río alrededor del cual se levantó la civilización egipcia y vinculado a divinidades porque es el que bañaba las tierras agrícolas, permitiendo así el cultivo de los productos que necesitaban para sobrevivir, y el museo de El Cairo, sometido hace algunos años a reparación, uno se encuentra de manera impresionante las momias de importantes personalidades de la historia egipcia, incluyendo la de Tutankamón y Ramsés ll, así como objetos de oro de éste y otros faraones.
Visitar aquel museo es entrar en contacto con la historia y la cultura de Egipto. En el momento que llegamos, el gobierno de Hosni Mubarak construía un edificio para albergar el pasado histórico de aquella nación, que lo constituye cada pieza arqueológica, objeto, pintura, momias y estatuas de la época.
Aunque cada pieza está muy bien protegida, me causó mucho pesar enterarme por medio de la prensa internacional que saqueadores penetraron al Museo de El Cairo y produjeron un ataque a momias que reposan guardadas en el lugar.
Desde la campaña militar que llevó a cabo Napoleón en El Cairo, distintos aventureros pertenecientes a ejércitos en guerra con Egipto enfocaron su interés en tesoros, reliquias y monumentos con el fin de robarlos. Eso provocó que en 1835 se creara el Service des Antiquités de I’Egypte a los fines de proteger los tesoros, el oro y todo lo que guarda ese país de su antiquísima historia.
Fue en el cuarto de momias (Mummy Room) el lugar donde entraron los atacantes y produjeron daños a momias que la comitiva oficial dominicana pudo observar en aquel momento. Las momias de los bisabuelos de Tutankamón (Tuya y Yuya) estuvieron en peligro de ser atacadas por los vándalos, pero dio tranquilidad a los científicos y expertos la noticia ofrecida por el Ministro de Antiguedades, Zahi Hawass, de que las dos momias que fueron encontradas decapitadas "son de segunda clase".
Una de las momias atacadas fue recuperada por las autoridades egipcias cuando uno de los ladrones trataba de sacarla del Museo de El Cairo, celosamente vigilado por agentes de seguridad. Las informaciones que fueron desplegadas en la prensa internacional daban cuenta de que los dos sujetos hicieron daño a estatuillas que pertenecieron a Tutankamón.
Cuando leímos la noticia desde tan lejos, pensamos con angustia si hay cierto descuido en la vigilancia y preservación de esos patrimonios de la humanidad. La entrada de estos por los ventanales del techo y las acciones posteriores, se pensó, habría sido como resultado de las movilizaciones sociales que se producían en El Cairo.
Afortunadamente las tumbas de Maia, de la corte de Tutankamón, y los hermanos de éste no sufrieron daños, y el atrevimiento de los individuos, nada tuvo que ver con los acontecimientos que se registraron en El Cairo contra Hosni Mubarak, que terminó dimitiendo del gobierno.
Para quienes hemos tenido la oportunidad de apreciar de cerca estas joyas de la Humanidad, resultaría cuesta arriba saber que la ira de las turbas arrasó con la monumental historia de este pueblo árabe, pues todavía no olvido haber visto llorar, durante una entrevista que me concedió, al intelectual y luchador haitiano Gerard Pierre Chales, a quien las hordas de Lavalás le quemaron su biblioteca, la más importante de Haití por los libros que conservaba.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 16 de febrero de 2011.
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