Luis Pérez Casanova
Claro que República Dominicana cuenta con gente de sobra y altamente calificada para administrar con eficiencia y la más absoluta transparencia las Empresas Distribuidoras de Electricidad.
Con lo que no se cuenta ahora es con la confianza del Banco Mundial para que las autoridades administren un préstamo de 150 millones de dólares para rehabilitar las redes eléctricas.
Pese al esfuerzo que se tiene que reconocer a Celso Marranzini para despolitizar y sanear en términos financieros el oscuro sector energético.
Aunque no se quiera y duela admitirlo, la verdad es que los técnicos chilenos contratados para administrar Edesur, Edeeste y Edenorte forman parte de las vergonzosas condiciones impuestas por los organismos crediticios para prestar más dinero para el tortuoso sistema eléctrico.
Que no haya debido aceptarse un requisito tan humillante, es otra cosa.
La desconfianza ha supuesto que se tenga que hipotecar la soberanía, un precepto que se ha diluido de la misma forma que una gama de principios y valores cuya ausencia incide en la dispersión que se manifiesta en la sociedad.
El descubrimiento de la mafia con los contadores que reivindica Marranzini para justificar la necesidad de los chilenos lo hubiera hecho cualquiera que contara sólo con un mínimo de independencia.
Celso Marranzini.
Y se ha debido ser más inteligente con excusas como la de que los técnicos que copan las distribuidoras han sido contratados para entrenar a los dominicanos. ¿Entrenarlos en qué?, cuando se sabe de sobra que el problema de esas empresas no es económico sino político.
La mejor muestra es la reiterada afirmación de los propios representantes del Banco Mundial de que aquí no se ha podido aplicar la Ley de Electricidad para no perjudicar intereses políticos y económicos. Así las cosas, a las autoridades no les ha quedado más que someterse a la vergüenza de enajenar, por falta de confianza, un patrimonio público. ¿O no?
Santo Domingo, R.D., lunes, 28 de febrero de 2011.
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