El continuismo, con Leonel o sin él, es una realidad insalvable
Luis Scheker Ortíz
Cuando estas líneas salgan publicadas, ya serán muchos los comentarios, análisis, críticas y alabanzas, merecidas y no, que habrán producido el discurso, rendición de cuentas, del Presidente Fernández ante la Asamblea Nacional. Muchas expectativas quedarán frustradas. Sabiamente, con elocuencia y habilidad demostrada, el presidente no se refirió a su reelección, que tanto teme y tanta suspicacia ha creado en los partidos políticos y gran parte de la sociedad civil.
El continuismo, de hecho, con Leonel o sin él, es una realidad insalvable, dada la concentración de poderes y la hegemonía del PLD en todas las instancias, extendida a seis años, más allá del cuatrienio electoral. A lo que se agrega, que su principal opositor, PRD, con opción de arrebatarle el mando desde las urnas con “Llegó Papá” y “Ganar, para Ganar”, no ofrecen programas ni vivencias creíbles que permitan otear que su gobierno, de llegar a serlo, será sustancialmente diferente, siendo incapaces de impulsar la revolución moral y de derecho que se necesita para cambiar una cultura: la transición del yo al nosotros.
“La sociedad dominicana, en su inmensa mayoría, sufre un mal gravísimo que día por día va asumiendo mayores proporciones: la falta, casi completa de sanción moral. Los hechos más reprobables, solamente en algunas almas apenas sí producen pasajeros estremecimiento de justa indignación. Pero pasado el momento crítico, ya nadie se acuerda o hace mención de tales cosas. Los autores de ellos continúan ufanos y campantes como si tal cosa.” Rasgo de la decadencia de una sociedad egoísta, entregada a los placeres materiales, al dinero fácil, con poco riesgos, y al consumismo; a la desaparición de importantes valores sociales y culturales, sustituidos por otros cuestionables. Reflejo en una crisis más profunda, donde la democracia es un mito que ha hecho eclosión con el narcotráfico, el neoliberalismo y la globalización mal entendida que azota las debilidades de estos pueblos, “las debilidades institucionales intrínsecas cuyo desarrollo social ha sido obstaculizado, sistemáticamente, por fuerzas opuestas a su progreso.”
Para Bosch “la democracia es un régimen político que se mantiene sobre la voluntad de todos los sectores sociales y de todos los individuos que tienen alguna responsabilidad que cumplir. Si falta esa voluntad, la democracia no puede sostenerse”. Por eso nuestra democracia es frágil, porque se asienta en una sociedad egoísta, excluyente y no participativa. Ante el desajustado sistema económico, social y político y su grave deterioro, cunde el pánico. Se adueña del ciudadano el pesimismo y el desaliento, y asoma con signos agoreros: la dictadura de mano dura como fórmula salvadora.
Las dictaduras, antítesis de la democracia, producto de males ancestrales que les permiten sostenerse, no han de retornar en estos tiempos cuando, crueles y despiadadas, sin prestigio, animadas por un procaz y burdo personalismo, ven llegado su fin y se desmoronan ante el empuje vital de los oprimidos, y de los ideales que les sustentan. Nadie que haya padecido sus males quiere su retorno. Deben concentrarse las fuerzas progresistas, opuestas al continuismo y al sistema que lo propicia con un simple maquillaje de cara, en construir otra alternativa ciudadana más humana, viable.
Santo Domingo, R.D., miércoles, 02 de marzo de 2011.
http://www.hoy.com.do/opiniones/2011/3/1/364626/Bajo-la-dictadura
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