jueves, 28 de abril de 2011

Educación


ATISBANDO//

La educación forma parte del arte de vivir.

Pero el arte necesita, requiere de materia prima mediante la modificación de la cual se crea la obra.

Arte “es la creación humana voluntaria con fines de producir belleza”.

El arte imita la naturaleza. Quien ejerce alguna de las artes se convierte, como dice el feliz verso del poeta Enriquillo Rojas Abréu,  en un “aprendiz de Dios”.

Sobre las formas de educar hay nadie sabe cuántas definiciones pero siempre señalo la del sabio médico y filósofo de Lambarene, Africa, doctor Albert Schweitzer, quien sentenció que se educa: con ejemplo, con ejemplo, con ejemplo.

En primer plano, Josefina Pimentel, ministro de Educación.

No importa cuántos conocimientos y cuán diversos sean, los de quien pretende enseñar a los demás. Ese pretendido maestro tiene que ser un ejemplo que invite a los demás a actuar como él. Ese es el verdadero maestro, los demás no pasan de ser pobres repetidores de textos mal digeridos.

Nunca he creído que el pasado fue mejor, pero siempre hay que recurrir a él como punto de partida, como prólogo del quehacer de hoy y base donde se debe cimentar el futuro.

En la escuela de mi tiempo enseñaban de manera sencilla pero efectiva,

maestros sin los rimbombantes títulos de los profesores de hoy, muchos de los cuales han aprendido de todo, menos a comunicar lo que supuestamente saben, si es que lo saben.

Muchos de esos profesores de hoy se limitan a indicar copias de textos de libros que parecen no haber leído, y mucho menos estudiado.

Es cierto, está pendiente en la agenda nacional una revolución en la enseñanza y en el aprendizaje.

De nada valen textos ultramodernos, escritos con todos los conocimientos acumulados hasta hoy, si el estudiante no sabe sumar, restar, multiplicar, dividir y las reglas elementales de la ortografía que le permitan comunicarse decentemente por escrito.

Por supuesto, si sentamos a dos o tres titulados con Maestrías, Doctorados y hasta con libros publicados, podemos tener textos indigeribles. Ahí está el último invento de los libros de texto que costaron millones que sirvieron para echar una libra de azúcar al mar, a ver si lo endulzaban.

Ahora la señora Ministra de Educación dice que para completar las horas de clases a las que deben acudir los alumnos,  se contempla un horario corrido de 8 de la mañana a 3 de la tarde.

Si con eso se cumplen los programas, ¡excelente¡pero primero hay que resolver asuntos elementales ¿cómo comerán esos niños? ¿Acaso se piensa en un almuerzo escolar, luego del “éxito” negativo del desayuno escolar?

Ministra, su responsabilidad es hacerlo bien. ¡Tenga cuidado!

Santo Domingo, R.D., jueves, 28 de abril de 2011.

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