Si pudiera con una palabra describir lo que fue don Víctor, diría que fue un padre, que prohijaba amor, y con una sonrisa que permanecerá marcada para siempre. Íntegro, honesto, trabajador, con una formación intelectual y académica excepcional. Tenía convicciones políticas, que fueron reflejadas en su lucha contra la dictadura. Era, también, solidario, virtud poco común en la sociedad moderna. Amigo de los amigos, aún en las adversidades.
Tenía extraordinaria creatividad que, en su vida diaria, era muy fina la raya que separaba la ficción de la realidad. Fue protagonista, en su extraordinaria imaginación, de enfrentamientos contra tiburones, serpientes y hasta vio conejos gigantes y elefantes enanos que existían en San Pedro de Macorís, su ciudad natal, en donde nació en el mar, de la boca de una ballena. Transitar por esa mente brillante era una experiencia, pues en él los sentidos llegaban más lejos que los de cualquier persona ordinaria.
Fue tan noble que, a pesar del dolor provocado por la voracidad de la enfermedad que padecía, nunca tuvo una expresión de dolor ni queja. Al contrario, lo tomaba con ese alto sentido del humor.
Extrañaré los cafés que en su casa. Siempre le decía que éste era el mejor café del mundo, porque cada encuentro era una enseñanza, una historia, un cuento, una lectura.
En su despacho hay un reportaje titulado: “Victor Villegas, el poeta que habla con Dios”. Desde el sábado pasado, don Víctor está con Dios, en la felicidad eterna, por lo que, más que el duelo, invitamos al homenaje.
Hoy, don Víctor, el hombre, se ha ido, y eso hace que este mundo sea más vacío, pero pervivirá en sus obras y, a través de su legado, permanecerá tan vivo hoy y mañana como cuando se tomaba un café en El Conde.
Santo Domingo, R.D., sábado, 30 de abril de 2011.
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