LUIS PÉREZ CASANOVA
El escándalo del magnate de la Fórmula 1, Max Mosley, grabado en una orgía sadomasoquista, ha dado margen a un interesante debate sobre la prensa y la vida privada de las celebridades, entre las que figuran, por supuesto, los líderes políticos.
¿Tiene derecho la prensa a husmear en las intimidades de los famosos? Claro que si, toda vez que las estrellas ni las figuras públicas se deben ellas, sino a la estela de aficionados que las ovacionan e idolatran. Si existe algún límite no es otro que el impuesto por la propia ley. Pero son los famosos, como el caso de Mosley, los que tienen que evitar escándalos que puedan, como se alega, empañar su imagen. Cumple la prensa su misión al informar todo lo que sea verdad y de interés público, como la orgía sadomasoquista del magnate inglés, o de las infidelidades que han costado la carrera a muchos políticos en Estados Unidos.
Hay que advertir que cualquier restricción a la prensa sobre la vida de los famosos sería limitar el derecho a la información. Con la persecución de la difamación y la injuria es más que suficiente para penalizar las violaciones legales.
Los famosos europeos y de cualquier otra parte del planeta tienen que entender que carecen de vida privada, puesto que son un referente para millares de seguidores diseminados por todo el planeta que copian y se identifican con sus conductas. Por esa razón todos sus actos son de interés y antes que exigir respeto para sus intimidades los que tienen que respetarse son ellos, para evitar convertirse en comidillas.
A la gente le importa un comino la vida de un campesino, pero cómo pueden los italianos desentenderse de los escándalos sexuales protagonizados por Berlusconi, o los franceses de las actividades de Carla Bruni. La prensa es todavía consecuente con muchas figuras públicas de aquí y de allá al hacerse de la vista gorda frente a actos que serían un rico manjar para lectores ávidos de escándalos.
Santo Domingo, R.D., lunes, 16 de mayo de 2011.
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