Eulalio Almonte-Rubiera
Danilo Medina quiere, anhela, desea ardientemente ser presidente, y en la ruta posible de su ascenso camina, cambia el paso, trota y a veces hasta caracolea cual si tratara de un corcel de paso fino.
Escuchando y luego leyendo sus discursos en pro de ganar la candidatura presidencial de su partido, el de la Liberación Dominicana (PLD), observamos puntos interesantes, puntos que generan interrogantes. Y eso no está mal, si dudar -desde el punto de vista de la filosofía cartesiana, es como enrumbarse hacia la búsqueda de la verdad, y mucho más en un país en que la mentira y mentirosos han sido elevados a categoría histórica.
Danilo –no hay duda, tiene claro su principal objetivo: instalarse en el Palacio Nacional, aunque en lo que no parece estar convencido es en el cómo, en la forma, el modo de llegarles y convencer a su gente, a la gente del partido, y más aun a la gente y “neutrales” de un Leonel Fernández que ve en el mandatario a una reserva de futuro en la parcela morada.
Dentro de un espacio que asemeja laberintos en una película de misterio, Medina tiene la necesidad de traer a bordo de su proyecto a los ‘leonelistas’ roji-morados disgustados, y es ahí, entonces, uno de los puntos en donde el discurso parece comenzar a perderse en la bruma de una retórica tan zigzagueante, accidentada y poco iluminada como la propia senda que él ha escogido en concierto y la venia de sus estrategas políticos.
Un día se le ve desafiante, dispuesto a romper lanzas contra quien sabe es un enemigo soterrado, pero al siguiente, ya pasada la euforia nacida al fragor de encendidos aplausos, se lo nota convencido de que Leonel no es un fantasma, sino una ‘realidad real’ a vencer antes de subir a la arena y enfrentarse a un gladiador inmisericorde, a un Hipólito Mejía que tiene, por demás, el gracejo y el sabor nato de su pueblo, que no necesita de poses para parecerse a su gente. Él es pueblo en si mismo.
¿Interpretación? Sí, eso podrían estar pensando muchos que oyen sin escuchar, o algunos que ven, pero no observan, o simplemente sufren de ceguera y sorderas coyunturales, a conveniencia.
Relea usted estas notas, y veamos quien o quienes estamos equivocados entre quienes quisiéramos (¿?) que Danilo por lo menos hiciera un buen papel, para por si acaso se le presentara una nueva oportunidad de aspirar a sufrir los pinchazos de la silla de alfiles que ardorosamente amo Joaquín Balaguer, y en la que su hijastro político se ha sentido tan cómodo.
Al salir al ruedo, y animado por la decisión de Leonel Fernández, y más luego por la de su esposa Margarita, de no presentarse como candidato el primero, ni como pre candidata la segunda, Danilo se sentía como un peso pesado frente a sus compañeros y aspirantes presidenciales José Tomas Pérez, Franklin Almeida, Francisco Domínguez Brito, Radhamés Segura… y se adelanta con un discurso que parecía marcar distancia con quien, -quiéralo o no, es su jefe político. Y ahí abre, con o sin intención, heridas que parecen no haber curado del todo.
En un mensaje que se interpreta dirigido a un único destinatario, y a media escalinata de su oratoria, Medina ha dicho en Santiago que “Yo sé que el pueblo dominicano quiere, por encima de todo, un presidente que tenga el coraje de hacer lo que nunca fue hecho. Eso significa, entre otras cosas, disminuir considerablemente la miseria absoluta; significa disminuir la desigualdad social; Significa acabar con la corrupción y la impunidad; Significa ser verdaderamente un presidente de todos los dominicanos y, muy especialmente, un fiel y sincero demócrata. Porque no somos verdaderos demócratas, si hablamos una cosa en público y en la noche, en el mundo de las sombras, hacemos prevalecer el juego de nuestros intereses personales y grupales.”
¿Error o contradicción de su propio pensamiento? En su extensa presentación de credenciales como pre candidato de cara a la Convención del PLD próxima a celebrarse, el antiguo secretario de la Presidencia de Fernández paso revista a la realidad del país, a una realidad que se vive bajo el mandato de su propia organización política. Y es cuando promete continuar lo que está bien (¿?), y entre otras etcéteras hacer lo que nunca se ha hecho (¿?) Y más:
“Número 1: No robar y juro aquí que no robaré.
Número 2: La agenda de mi gobierno será la agenda de los problemas de nuestro pueblo.
Número 3: Lo que diga con mis palabras será honrado con mis actos.
Igualmente pasa revista a la delincuencia, a la inseguridad, y a un rosario de situaciones reales que padece el país que él y todos tanto queremos.
No ha pasado mucho tiempo, y ya está pidiendo a su gente y a los que va a necesitar para ganarle la Convención peledeísta a Leonel y sus tropas de manos caídas, a José Tomas, a Franklin… que defiendan la obra de su jefe político, Leonel Fernández.
¿La obra de Leonel? ¿Y no era al tiempo presente al que el licenciado Medina Sánchez se refería cuando hablaba en Santiago?
El trabajo de revisar ese camino zigzagueante en que se mueve el posible candidato del PLD es arduo y precisa de mucha tinta, así que estimamos prudente dejar para más adelante lo que es necesario auscultar del corazón y los labios de los que de algún modo necesitan de nosotros y del voto que comprometerá el destino de nuestros hijos, y tal vez hasta el de nuestros nietos.
El zigzagueante discurso de Danilo es, si se quiere, hasta comprensible. Tiene que vencer dentro, (vencer a la llamada alianza estratégica, con la que se le quiere cerrar el paso dentro de su propio partido, un recurso que no parece estar divorciado de los que desde diferentes litorales entienden que Medina no es el candidato de un umpire neutral, y vencer –si le fuera posible, a un Hipólito Mejía de ascendente y meteórica carrera hacia el Palacio Nacional. Una ultima jugada en el ajedrez del casino politico del oficialismo seria intentar una formula que, a lo interior, podría proporcionarle un eventual crecimiento, pero --la pregunta obligada: sobre que base política se ofertaría al otro campo político dominicano, desesperado, enfermo en el espíritu en el tanto procurar una solución mínima a acuciantes problemas que lo han encerrado en una caldera social a punto de estallar? El camino del país parece ser solo uno: Hipolito Mejía, porque ya no cree en promesas, en discursos, en poses de pasarelas internacionales. Necesita de alguien que no se haya divorciado de su realidad.
Santo Domingo, R.D., domingo, 15 de mayo de 2011.
1 comentario:
Imposible desdoblar al analista del simpatizante político. Cada quien tiene sus preferencias y eso es respetable. Pretender hacer pasar una aspiración personal como un análisis político, de algún modo es faltar el respeto al lector. El precio a pagar por quien así escribe, es que algunos lectores aguzados, detecten la falta de objetividad y asuman el escrito como invalido.
Domingo Tejeda
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