LUIS PÉREZ CASANOVA
En tiempos en que la justicia es clave para el desarrollo, el Gobierno está en uno de los mejores momentos para restaurar su discurso sobre el progreso con la elección de los jueces de los tribunales superiores.
Una chapucería, como sería la selección de magistrados dóciles, para representar intereses partidarios o personales, constituiría un burdo atentado contra el sistema institucional, además de un mensaje espantoso para inversionistas extranjeros.
Que un candidato para ocupar una plaza pertenezca o haya pertenecido a un partido político es lo de menos a la hora de evaluar sus condiciones.
Sí importa la capacidad, demostrada a través del campo académico o de investigaciones, y la trayectoria personal y profesional. Son cualidades fáciles de evaluar si en verdad se aspira conformar la Suprema Corte de Justicia, el Tribunal Constitucional y el Tribunal superior Electoral con las personas más idóneas para abordar los desafíos que representa un eficiente sistema judicial. No hay que importarlos de Irlanda o de Francia, pues entre los aspirantes hay muchos que tienen cualidades de sobra incluso hasta para prestigiar cualquiera de los tribunales.
El contexto impuesto por la globalización sugiere la mayor de las prudencias no sólo en la selección de jueces honestos, capaces e independientes, sino para evitar que por sentimentalismos o conveniencias políticas se opte por gente sin condiciones.
Bien haría el Consejo Nacional de la Magistratura en crear una comisión para evaluar los estudios y el perfil de cada uno de los postulados, sin excepción alguna, para integrar alguno de los tribunales.
El país cuenta con muchos profesionales, con especialidades en prestigiosas universidades extranjeras, que han dejado sus huellas en la sociedad, que deben ser ponderados para integrar tribunales que también están llamados a consolidar el Estado de derecho. Siempre que lo avale su trayectoria.
Santo Domingo, R.D., lunes, 05 de septiembre de 2011.
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