Pedro P. Yermenos Forastieri
La práctica política de Miguel Vargas Maldonado pone de manifiesto que en ella prevalecen prioridades colocadas por encima de la estrategia fundamental de todo político de tiempo completo, que es la obsesión por la conquista del poder. Se hace evidente que tales variables obstaculizan el propósito esencial y que revisten mayores niveles de inmediatez y complacencia material.
El Ingeniero (nunca mejor usado el término), no puede eludir las consecuencias de haber incurrido en un cúmulo de errores que han determinado una pérdida progresiva de su incidencia, tanto a lo interno de su organización, como a nivel general.
Lo peor ha sido que, ante tales yerros, sus reacciones han sido de un niño malcriado que prefiere desbaratar el juego alegando la propiedad del guante y la pelota, antes que aceptar compartir con sus compañeritos y asumir un rol acorde con sus precarias destrezas y las reglas del deporte.
Nada en él va a armonizar mientras no asuma con humildad pagar el precio de su obcecación por una presidencia partidaria que lo colocaba tras un objetivo inferior que podía ser desempeñado por alguien de su confianza; de la suscripción de un pacto que no le reportaba beneficios políticos y abría las puertas electorales a rivales que la tenían irremisiblemente cerradas; y su imposición antidemocrática de candidatos congresuales y municipales con los lógicos disgustos colaterales.
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Si el PRD gana las elecciones, nada tendrá que agradecerle y quedará más reducido en su liderazgo. Si pierde, que se prepare para enfrentar las iras de un partido que le atribuirá responsabilidad por el fracaso y que no tardará en pasarle factura.
El más reciente caramelo que le han suministrado es el de sillones en las altas Cortes, nueva vez señalados por su dedo los agraciados, sin sentido institucional y para su particular conveniencia. Eso, en el contexto que se produce, ahondará su lejanía de unas bases que lo perciben en dirección opuesta a sus anhelos.
De esa forma, la carrera política de Miguel Vargas Maldonado luce sin mayores perspectivas de futuro y eso no es más que el resultado natural de sus pésimas ejecutorias o de su opción por satisfacciones de menores dimensiones, ambas cosas impropias de un auténtico político.
Santo Domingo, R.D., viernes, 30 de diciembre de 2011.
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