BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Años después, nos encontramos en la calle El Conde, donde
habíamos estado presentes cuando la Patria llamó sus hijos para que no
permitieran que la vergüenza y el valor dominicano se fueran de vacaciones. Ahí
estuvimos con el inmortal Francisco Alberto Caamaño Deñó
Era el tiempo de levantar la frente y no arrodillarse
ante el invasor extranjero, cuya única ventaja era tener más soldados, mejores
aviones, tanques de guerra de la altura de dos pisos y un suministro inacabable de municiones y alimentos.
En la composición gráfica, el Altar de la Patria; detrás,
marchando frente al pueblo en armas, el glorioso coronel de Abril, Francisco
Alberto Caamaño Deñó.
Fue un buen tiempo.
Esa misma calle El Conde había sido escenario de la
multitud que se reunió frente al Baluarte, donde se proclamó la Independencia
nacional y un rugido sacudió como un latigazo la columna vertebral de la
República, cuando coreamos aquella frase inmortal pronunciada por Viriato
Fiallo ¡basta ya!
Esa frase, y lo que significaba, levantó la virilidad
nacional y el pueblo sacudió el miedo mientras cantaba los inmortales versos de
José Francisco Peña Gómez que dicen: “vence el miedo cobarde que asalta/ tu
esforzado y viril corazón/ que el auxilio de Dios nunca falta/ donde está la
verdad, la razón”.
Fuimos la generación que heredó el espíritu dominicanista
contenido en los versos de “La Patria en la Canción”, convertidos en
inolvidables himnos cantados por las voces inocentes de niños que aprendimos en
la escuela, que la Patria se ama de muchas maneras.
Manuel Aurelio -Manolo- Tavarez Justo.
Fue ahí, frente al Baluarte, donde el gigante Manuel
Aurelio Tavárez Justo hizo un compromiso de honor que le costó la vida,
mientras muchos de quienes lo acompañarían lo dejaron solo, hasta que por los
huecos de las balas de sus asesinos le
salió el último hálito de vida, mientras se escapaba con él una de las grandes
esperanzas de redención.
Las calles y la academia fueron los grandes escenarios de
lucha en procura de libertad, respeto, institucionalidad, democracia.
Hasta ahí anduvimos juntos y nos sumergimos en la
política partidaria. Allí la prédica era clara y constante: Libertad,
Democracia y Justicia Social.
Esos principios marcaron nuestro quehacer durante la
juventud: la honradez, la seriedad, el
trabajo, el estudio, el amor a la familia, la solidaridad con los amigos.
Entonces mostramos nuestras virtudes, pero ¡cuán lejos!
estábamos algunos de pensar que muchos de aquellos con quienes compartíamos
eran peores que aquellos a quienes combatíamos.
Nunca pensé que tus acciones me provocarían tanta
indignación. Ahora sé que eres un
traidor, un ladrón, que te robaste hasta la confianza.
¡Lástima que hayas caído tan bajo!
Santo Domingo, R.D., jueves, 11 de octubre de 2012.
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