martes, 23 de octubre de 2012

Las autoridades y su plenitud en las decisiones sobre la reforma


ORLANDO DICE... 

ORLANDO GIL

TROMPIÓ LA SOGA
El Consejo Económico y Social figura en la nueva Constitución, con el rango indudable de órgano de Estado. Si se siguiera el discurso de oposición no fue más que otro de los mecanismos de poder creado por Leonel Fernández para mantener su hegemonía política, dentro y fuera del gobierno. Como -por ejemplo- la Suprema Corte de Justicia, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral, el Tribunal Constitucional y la Cámara de Cuentas. Se le agregaba el control sobre el Senado de la República y la Cámara de Diputados, la posesión del poder Ejecutivo con las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, y era incuestionable la Dictadura Constitucional que un “acucioso” encontró en la legislación alemana. De manera que debe extrañar y extraña que el invento del ex jefe del Estado no salve sus castañas del fuego ahora que se descubren las fallas de su administración y se le quisiera quemar en la plaza pública. La respuesta a la pregunta obligada no debiera dejar dudas: ¿Por qué el Consejo Económico y Social rompió la regla y no actuó como hasta ahora sus iguales?...

CUALQUIERA SE ENGAÑA
El pueblo tiene sus salidas geniales y sus nociones tan claras que cuando no son suficientes las arregla en el camino con refranes. Por ejemplo, “no hay regla sin excepción”, o “la excepción confirma la regla”. Lo que se estuvo diciendo era la verdad. Leonel Fernández tenía el mérito de la ingeniería perfecta hasta que aparecieron las goteras y fueron más que evidentes los problemas de filtración. Aunque parece que la percepción quiso ir más lejos que la realidad, o que la ignorancia traicionó a muchos. Del mismo modo que los economistas no daban con los números del Déficit hasta que el gobierno dio los montos definitivos, los empresarios y la sociedad civil no conocían el alcance del Consejo Económico y Social, y a la hora del none quisieron llevarlo más lejos. Hubo que recordarles que era un órgano de consulta y que sus recomendaciones no comprometían al gobierno. No tenían fuerza de ley. Fue un ejercicio interesante, pero las autoridades nunca perdieron plenitud en la que serían decisiones finales...

MALICIA EQUIVOCADA
La culpa de lo que se da en llamar fracaso del Consejo Económico y Social fue del órgano y no de monseñor Agripino Núñez Collado, que lo presidía. Cuando los intereses están de por medio, no hay sotana que valga. Y eso lo sabe la Iglesia y cualquier hijo de vecino. El gobierno creyó que la consulta era suficiente y que no era necesario aceptar, conceder e incorporar. Se olvidó que el CES en la práctica venía a ser el equivalente del Diálogo Nacional, y en todos los conversatorios anteriores, tanto para la Reforma constitucional como para la Estrategia Nacional de Desarrollo, los proyectos originarios se enriquecían con la discusión de los interesados. ¿Por qué ahora tenía que hacerse la excepción? Olvidó la parte oficial que se había convenido en la Estrategia en unos pactos que se consideraron en su momento verdaderos puntales, que fueron prometidos en campaña por el candidato ganador y asumidos por Danilo Medina al juramentarse como presidente de la República. Hubo ignorancia o equivocación, se exageraron las expectativas, pero las huellas estaban marcadas de antemano y era fácil seguirlas...

QUEDA TIEMPO
El gobierno quiso probar suerte en el Consejo Económico y Social, y si hubiera logrado la validación de ese órgano, la tarea le hubiera sido más cómoda, aunque nunca amena. Como apuntaba la semana pasada, si no pudo con los de fuera, les quedan los de adentro: Comité Político, Senado y Cámara de Diputados. Sin embargo, eso no quita que se llegue al convenido Pacto Fiscal, pues como dijo un representante del Fondo Monetario Internacional: lo único inevitable es la muerte, y los impuestos. Keynes hizo un pronóstico de Perogrullo: “A largo plazo todos estaremos muertos”. Pero en lo que llega la muerte, quedan los impuestos. El hoyo es innegable y hay que taparlo, pues dejarlo al descubierto ocasiona mayores problemas. Y hay que hacerlo a las buenas, pero si no, a las malas. En ese sentido el gobierno no tiene alternativa, por mucho que quieran jugar a la política sus oponentes. Aunque tampoco puede cerrarse a cal y canto. Debe recordar que nada en este país se da a la una, o que a las dos, y tal vez hasta a las tres. O mejor aun, que queda, además de tiempo, la vía oficiosa...

Santo Domingo, R.D., martes, 23 de octubre de 2012.

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